Pancake Rocks for Breakfast | Rocas en forma de panqueques para el desayuno

English

The roads are narrow in the South Island, most of the time offering two lanes but not always. Drivers need to be vigilant and pay attention to the signs to figure out if you have the right of way to enter the one-lane gauntlet, which can go for a few miles with limited visibility of potential oncoming traffic. Mercifully, the roads were mainly empty because of the off season.  We arrived at our reserved lodging in the little hamlet called Punakiaki on the west coast after dark, and settled into our ocean view room that we hoped would meet its promise at the break of dawn. The darkness was stark, and we could certainly hear the ocean, but could not see a thing but the Milky Way overhead. The luxury of the lodging beguiled its remote setting. I think we were the only diners in the restaurant. The meal was delicious and the service so good! Certainly, the staff had hoped nobody would come asking for dinner thirty minutes before closing time so they could go home early. . .  The feelings I had reasonably ascribed on our gracious waiter certainly did not show. “How about some dessert?” – he asked with an easy, sincere smile. Next morning, we woke up to a gorgeous view of the ocean, accessible right from our balcony. After breakfast we went to see the local geological wonder: Punakiaki’s Pancake Rocks. At the Paparoa National Park visitor center we learned that “these curious rock formations were formed 30 million years ago from minute fragments of dead marine creatures and plants. Immense water pressure caused the fragments to solidify in hard and soft layers. Gradually seismic action lifted the limestone above the seabed. Mildly acidic rain, wind and seawater sculpted the bizarre shapes.” Go figure. The pancake shaped rock layers are so curious, and there are blow holes that provide added excitement by the shore. A highlight for Mary Ellen was the abundance of Harakeke, or New Zealand flax plants. When Māori Polynesian ancestors arrived in New Zealand, they had to contend with much colder climates, which prevented them from growing their usual plants for making fabric. Instead, they developed a rich culture of weaving largely based on flax. Flax was used to make food baskets, floor mats, and the treasured and prestigious korowai (intricately woven cloaks covered with feathers). Several Māori whakatauki (proverbs) liken the flax bush to a human family, which survives by protecting its weakest members. The way flax leaves grow is also a Māori metaphor for inter-generational learning.

Español

Las carreteras son estrechas en la Isla Sur y en su mayoría ofrecen dos carriles, pero no siempre. Los conductores deben estar atentos y prestar atención a las señales para determinar si tienen el derecho de paso para ingresar al único carril existente, que puede recorrer algunas millas con visibilidad limitada del posible tráfico que se aproxima. Afortunadamente, las carreteras estaban principalmente vacías debido que estamos en temporada baja. Llegamos después del anochecer a nuestro alojamiento reservado en la pequeña aldea llamada Punakiaki en la costa oeste, y nos acomodamos en nuestra habitación con vistas al mar que esperábamos cumpliera con su promesa de vistas espectaculares al amanecer. La oscuridad era sombría, y ciertamente podíamos escuchar el océano, pero no podíamos ver nada más que la Vía Láctea en lo alto (“nada más”). El lujo del alojamiento se contrapuso a su remoto entorno. Creo que éramos las únicas comensales en el restaurante. ¡La comida estaba deliciosa y el servicio fue excelente! Ciertamente, el personal había esperado que nadie viniera a pedir la cena treinta minutos antes del cierre para poder irse a casa temprano… Los sentimientos que razonablemente le había atribuido a nuestro amable mesero ciertamente no se manifestaron. “¿Quieren algo de postre?”, preguntó con una sonrisa sincera y agradable. A la mañana siguiente, nos despertamos con una hermosa vista del océano, accesible desde nuestro balcón. La promesa de una vista espectacular se cumplió ante nuestros ojos. Después del desayuno fuimos a ver la maravilla geológica local: Pancake Rocks [rocas en forma de panqueques] de Punakiaki. En el centro de visitantes del Parque Nacional de Paparoa aprendimos que “estas curiosas formaciones rocosas se formaron hace 30 millones de años a partir de fragmentos diminutos de plantas y especímenes marinos muertos. La inmensa presión del agua hizo que los fragmentos se solidificaran en capas duras y blandas. Poco a poco, la acción sísmica levantó la piedra caliza sobre el fondo del mar. La lluvia ligeramente ácida, el viento y el agua de mar esculpieron las extrañas formas”. ¿Quién lo hubiera imaginado? Las capas de rocas en forma de panqueque son muy curiosas, y hay bufaderos que sorprenden a los visitantes. Lo que más le llamó la atención a Marielena fue la abundancia de Harakeke, o plantas nativas de lino de Nueva Zelanda. Cuando los antepasados ​​maoríes polinesios llegaron a Nueva Zelanda, tuvieron que lidiar con climas mucho más fríos, lo que les impidió cultivar sus plantas habituales para hacer telas. En cambio, desarrollaron una rica cultura de tejido basada en gran medida en el lino nativo. El lino se usaba para hacer canastas de alimentos, tapetes y el preciado y prestigioso korowai (vestuario en forma de capa intrincadamente tejido y cubierto de plumas). Varios whakatauki (proverbios) maoríes comparan el arbusto de lino con una familia humana, que sobrevive protegiendo a sus crías y miembros más débiles. La forma en que crecen las hojas de lino es también una metáfora maorí para el aprendizaje intergeneracional.